lunes, 15 de agosto de 2011

Días únicos, luna de ocasos

Días únicos, luna de ocaso.

Estoy en un umbral de consciencia e inconsciencia, donde todo estimulo perceptible es un bombardeo a la mirada que mira a la ilusión correr como un espectro, saltar por una ventana y caer en desiertos surrealistas donde las dunas se transforman en camellos que corren, mientras el agua que en sus jorobas se acumula se convierte en lava, y estatuas de sin origen hechas de arena, hablan de los límites que se cargan como un peso moral, en la espalda y también en el alma.
Los mensajes subliminales caen en una lluvia de enanos, enanos azules, como una caricaturesca imagen de pitufos hechos gotas de lluvia que caen en el la arena y en ella se desintegran, danzando hedonistas, libres de solipsismos y dudas, corriendo explosivas y estallando mientras unas se abrazan con otras. Como las lágrimas que corren pegando cachetadas al orgullo que tanto las encierra, en esos escondites mentales en donde Atlántida queda sumergida como Iberia, en estos campos desérticos y minados, donde cada recuerdo es una bomba de moralista sueño y pesadilla.
Despertar amerita el suicidio de los dados que caen pronosticando algún destino, en el que los besos y las caricias de los queridos llaman soledades y necesidades, arrepentimientos dirigidos a fiestas de orgullos con un único invitado tangible, el amargo y el tozudo que vive en una luna de ocaso, esa tan escaza, que remplaza al sol de oriente y lo convierte en el beso rezado de hiel y  ponzoña, el reflejo del negado por el hombre, en esos sueños en los que los hombres son sólo sombras del recuerdo.
Tu piel danza gitana como una caricia que enmaraña mi pelo con dulzura, el cerrar del mundo que apaga los ojos del cielo, y la retórica metáfora que se encierra en los significados de tus pupilas, que no piensan motivos ni acciones, mientras tocas mi alma y el día que pasa se transforma en el más dulce sueño en el que sin miedo, por fin me pude ver al espejo…te quiero.
Fin

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