SER
MUJER
Alguna vez te has puesto a pensar
que somos una historia, una serie de fotos, de días y de noches que se pintan
en naranja cuando nos percatamos de que estamos vivos, cuando controlamos los
estados nocturnos y nos desnudamos en locas ideas, en pensamientos que vuelan por
encima de nubes y de dioses. Es extraño como nos recorre un patrimonio
ancestral, como el crepúsculo no sólo se ve en el cielo sino también en los
corazones, cuando en el centro de ellos está enquistada la certeza de que algo
en la vida está a punto de cambiar, y la incertidumbre de qué no sé sabe cómo
resultará la noche.
Sueño
que hoy vemos la vida de color naranja, de color mandarina, de un venado tardeado
en el llano… los pensamientos tranquilos darían paso a las buenas ideas, las
mismas que hoy me permiten preguntarme por qué eres tan bella, por qué en ti se
dibujan misterios, en ti ser espejo, ser mujer… un mito bañado de verdades tan
difíciles de aceptar, que tocan los sentimientos en lo más profundo hasta
llegar a ese tronco donde se maneja toda nuestra fragilidad, todo nuestro ser,
lo que somos, fuimos y queremos, lo que quiero, lo que fui, lo que soy.
Todos estos años me he hecho la
pregunta por lo que es ser una mujer, ese ser que pone su vida en su cuerpo, en
su forma de encantar, en su forma de ponerse triste. Cuando lloro siento cómo
las lágrimas pasan deslizándose dentro de mi cuerpo, cómo me tocan los huesos y
la columna vertebral, como una alegría me rellena los pechos, me adelgaza la
barriga y me engorda las sonrisas. Soy una guerrera y mi piel lo expresa, y mi
pelo lo dice, y mis ojos lo gritan, o soy una guisa o una puta, una vendedora
de rosas en la calle espinada, en la calle sin sangre, sangre que beso para
demostrar que no estoy muerta, que mis labios tienen el color de la ira y del
fuego. Cuando me maquillo no es para disfrazarme sino para demostrarle al mundo
que soy algo más que cuerpo, que soy arte, que mi piel es color, que mi ojos
son mundo, y por esto puedo tener todos los colores de la tierra, así sólo sea
para deprimirme, para mandar todo, hasta el amor, a la mierda…
Ser mujer es para mí sentir con
todo el cuerpo, saber que se está en un mundo de cambios, un recorrido de
espadas y flores, de miedos, una barriga hinchada, un niño, un sentir en los
senos, un latir allá abajo cuando nos posee la muerte, la posibilidad ausente
de tener un hijo, una hija, a alguien.
Otras veces pienso, no sin
indignación, que ser mujer es ser una publicidad andante, un estereotipo, una
herramienta sexual, que si me muestro como soy estaré a punto de ser devorada
por la noche, por esta ciudad de sombras que constituye todo lo que me rodea
con un cumulo de pensamientos y de exigencias, de intenciones que se apoderan
hasta de mis entrañas, y que hacen lo que quieran conmigo, que me visten,
maquillan, disfrazan, de una forma determinada para aparecer en un comercial y
darme, darme, darme, darme estupidez que no quiero, darme estados de dependencia,
darme en mi sentido la creencia que estoy hecha sólo para dar, dar, dar, dar
placer, dar hijos, dar comida, dar vida. Lo que yo quiero no es tener, no es
dar, es ser, ser, ser, lo demás viene con eso.
Yo, yo mujer, soy una
experiencia, soy un sentir, y es gracioso porque lo que más miedo me da es
sentir, y principalmente sentirme mujer, bella, sensual, inteligente, que puedo
dar vida, que puedo quitarla, que puedo enamorarme, sentir un orgasmo, sentir
derretirme una vez al mes, que puedo ser hormona, entrega, sacrificio; que
puedo aruñar y rasgar en la entrega de la pasión, que puedo dar todo cuando amo
porque lo hago con el corazón, porque las mujeres tenemos, o eso creo, el amor en la
sangre, en las venas, aunque nadie nos diga o nos enseñe qué se hace con eso, y
principalmente, cómo se hace.
No sé por qué, pero hoy me miré
al espejo, me vi desnuda, me vi vestida, me vi maquillada, me vi desnuda
después de que él me visitó, me vi, y me vi naranja, pensante, llena de miedos,
esos que aparecen siempre que una se propone crecer como lo que sea, sumado al
hecho que nosotras siempre cargamos con dos mujeres, la que queremos ser y la
que somos, y no es lo mismo que en los hombres, o al menos no lo creo, a ellos
la vida no los fragmentó en el cuerpo…
Me diluyo en la sombras y en el cambio de los relojes, soy una nube en el cielo y me da susto perderme en el camino de mis sueños, volver a nacer, volver a sentir, volver a preguntarme qué soy, quién soy, y qué es ser eso que me dicen que soy.
Me diluyo en la sombras y en el cambio de los relojes, soy una nube en el cielo y me da susto perderme en el camino de mis sueños, volver a nacer, volver a sentir, volver a preguntarme qué soy, quién soy, y qué es ser eso que me dicen que soy.