martes, 17 de enero de 2012

la hija del color

La hija del color

En el verano de no sé que año, los niños jugaban a caerse mientras hojas de otoño se llevaron la edad a donde las madres ya no resaban por la virginidad de sus niñas, porque ésta ya no estaba.
Las niñas lloraban por el quebranto en linea, el rompimiento en cartas o por medio de las voces de los/las colegas de las ex-parejas. Mientras zombies se comían el cerebro de los búhos que representan la sabiduría vaya a saberse en que cultura.
Las personas salen de las calles y ella sale de su casa para estar en una jungla sin moral ni belleza, una selva pavimentada; repleta de cenutrios a la izquierda y a la derecha. Las crisis adolecentes patean su estomago mientras ella se imagina ahorcando con el cordón umbilical a la criatura que besa sin labios sus entrañas. El feto al que los padres de ella le impiden morir, mientras la abuela de Thomas o Jess, el feto, y madre de Nat, la embarazada, se maldice por no haber creído en dios y llora todos los días por no saber como dirigirse a su hija promiscua...La zorra del instituto, el icono viviente del divertido sexo sin fe ni amor, el sentimentalismo del lujo en un condón fino.
El pueblesillo lleno de catedrales la juzgaba mientras ella, contando los meses, se perdía en los poemas de algunos escritores y las nubes grises.
Pero esto no es un texto sobre el trance emocional ni sobre la superación personal de los niños que se vuelven héroes de una bandera a la que a todos alguna vez nos hubiera gustado o nos gustaría calcinar; esto es sobre el letargo de la sin nombre, y digo sin nombre porque el 12 de mayo de 1998, ella se fue a donde las orugas mueren en las muelas del cielo en el que las "mujeres" caminaban, pero todos eran colores, opacos y vivos colores de calles ahumadas. El hedonismo era la ambrosía genital, el canibalismo tricolor... Todos amaron su ropa, y Adam, una nube gris, se enamoró de ella. Adam no hablaba pero la seguía como un acosador a su víctima y un policía a su rosquilla.
La sin nombre no hablaba, caminaba entre los campos de calabazas gaseosas, allá lo único corpereo eran  las higuanas, los cuervos y las orugas que nunca volaban sino que se convertían en humo, y algunas otras y pocas cosas. Las costumbres sollozaron y los reyes de los colores amaron a la hereje y luego la condenaron a la horca, pero nadie pudo con ella porque al ser todos incorpóreos nadie sostenía su cuello ni nada...ella recordó abrir las piernas y fin. El padre no aparecía y ella perdió su nombre.
Ella caminaba sin ver, sentía una blancura impresionante carcomiendo el suelo y sólo las cosas tenían color...ella flotaba en un suelo de icopor que no sonaba cuando se pisaba; de pronto, la golpearon, la arrollaron, la amaron, la destrozaron y destruyeron, defecaron sobre ella y ella sólo gemía placenteramente. Su pálido rostro se disfrazó de verde, morado, color crema y café...sus prendas quedaron intactas y ella ya no sentía su rostro, sus manos o sus pies, y no le interesaba mirarse. Siguió caminando hasta que cayó en cuenta que ella ya no tenía sed, que su garganta yo no suplicaba por agua...en ese lugar no había agua ni comida, tampoco hambre, tampoco sed.
Adam maquillaba los ojos de ella con su gris, ella se enamoró de él, se excito con el y olvidó el sexo, olvidó el sudor corriendo en las ropas y en los muslos salados. Olvidó las leyes y los chismes salvajes.
Un día sintió derretirse, gritó de espantó pero nadie estaba, vio un árbol a lo lejos, se arrastró en la arena blanca, mientras sentía que ésta la consumía. Llego al árbol y se volvió sombra, dejó de ser sombra y se volvió  tronco...sus prendas habían quedado en la arena que comenzó a consumir todo lo que estaba dentro de ella, dejando sólo blancura en sus granos. Ella se volvió fruto invisible, y ella cayó como cantando, como jugando con los niños de otoño y de invierno...y la arena no consumió su sangre al caer, tampoco a la semilla que lloraba en un mar rojo; y los colores a la semilla, la amaron, la acariciaron, pero no pudieron pintarla, colorearla, moretearla. Adam desapareció mientras se convertía en lluvia, y lo mojó todo, y el o eso, destruyo el color, a la reina, al rey, a casi todos y  a casi todo, cuervos, higuanas y orugas, casi todo se desapareció en la arena, pero ellas no. Y Nat dejó sus recuerdos para fluir como las lágrimas de Adam, dejó de mover sus dedos mientras caía en cuenta que había recuperado su cuerpo, y las niñas cayeron como hojas de otoño, como campos, como adolescencias fortuitas en el cambio de los años...y todo tenía color, por lo menos los primeros años, donde sin falos enemigos, redes virtuales, chismes y chismosos, todo no era gris, pero lo sería; y la hija del color y la sin nombre despertó una noche, con su cara gris y los labios rojos, y los colores fueron su ambrosía, y ella nunca más dejó de caer...
fin

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