viernes, 2 de septiembre de 2011

El niño gigante, la ninfa sin nombre, el poeta en llanto, y la efímera inspiración



El niño gigante, la ninfa sin nombre, el poeta en llanto, y la efímera inspiración

Y miro, miro el horizonte que se perdió en una idea de papel. Trato de navegar con los silencios que deje...ángeles oscuros, besos amantes, adioses. El atardecer se queda como aves que vuelan a un escondrijo, donde la mente quiere escapar. Lejos de concurridas historias, el niño no es aplastado por el gigante, ni derrota al fenómeno al que el pueblo persigue con antorchas...hace mucho tiempo olvidaron construir un lugar con palacios de cristal, con espejos que mostraran al alma que huye. Monstruo o niño, sea lo que sea, el infante hoy no deja de llorar, acurrucado en los brazos del gigante, y muriendo la perdida de la vida, falleciendo con ganas, y perdiendo los segundos que se alejan del sol y de la luna.
El primer beso, el segundo, la piel, el roce, la tentación, el tacto. Sus ojos, su pelo.

Creí, por un momento creí que escaparía del pavimento, que esa sombra volaría hasta un precipicio de luz. Se abalanza sobre mi, como un gigante jinete de las noches, con su corcel de sombras, y vértigo que explota como ecos en los oídos de la inconsciencia.
Se van, se van las monotonías y mi piel tiembla con miedo, mis labios trémulos sonríen a la espontaneidad del trance que sucumbe y termina con mi vida taciturna, que me arroya como un tren de dudas y un quizás que condena los amores y los odios. Sonrío por el esperma que cae de la noche, el clímax ventilado del sol con la luna en un espacio sin aire, de las estrellas con la aurora y del cielo con los amantes.

Los poetas encuentran la locura de sus ojos de maniquí, las palabras tan sinceras que se cubren de silencios y se manchan de un carmín, carmín que envuelve los labios arropados por el frío, la locura de un receptor que grita reclamando, palabras a un maniquí.

Quién, quién fuera dios para dejar en el mundo tus labios y en el sol los pétalos de tan bella flor, quién fuera poesía para alardear tenerte, con cadenas de ínfulas, de existencia, de vida. Vida que cae como las prendas que tiramos, mientras el ventilador observa, espía, las luces que la noche bombardea. Esas noches no te tengo, y enumero vuestros labios como una pesadilla que se vuelve así por su falta. Antes eras sueño, ahora el viento golpea las ventanas mentales que se abren recibiendo a la tormenta, robando tu ombligo...Mujer parida por los miembros del cielo, ese que ahora te roba de mi memoria presente, volviéndote mi sueño, y también mi pesadilla.

Creí, por un momento creí que escaparía del pavimento, que esa sombra volaría hasta un precipicio de luz. Se abalanza sobre mi, como un gigante niño jinete de las noches, como una doncella que escapa cara(1) del paraíso. Ninfa sin norte, te miro, te miro mientras miro y miro al horizonte que se perdió en una idea de papel, al ave que escapó de las sombras pavimentadas, llegando al cielo para extinguirse con la noche...
Fin.

(1/ Cara-costosa)

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