Ningún lugar. 
Anna se levanta de su cama, es un domingo, y como todos los
días, desviste su cuerpo no dando importancia al que la mira desde otro lugar,
al lado del nido de avispas y del farol que le roza los parpados con su luz férrea
en las noches de inconcebible sueño.
Es lunes por la tarde y John ha salido a  caminar, a comprar cigarrillos y unas
cervezas. En el camino mira en una tienda algo que le agranda las pupilas y le
hace pensar  en ella. 
Se masturba antes de ir a desayunar, eyacula y cierra los ojos para
concentrarse en sentir como sus testículos se desinflan.
Después de desayunar se toma su medicamento para la depresión. John vive sólo
aunque por las constantes y siempre alarmadas y preocupadas llamadas de su
madre, vive como si ella viviera junto a él, lo que le causa una irremediable
sensación de displacer.
Ese sábado llegada la noche, al lado del farol y mirando ya se sabe a dónde,
John lo decidió.
Martes, miércoles, jueves y el no aparece- se habrá cansado de mí, será que ya
no soy hermosa- llora estúpidamente y se comienza a cortar en sus manchas
oscuras, que son para ella la posible causa de fealdad, y realmente siente que
eso es algo más factible que posible, pero al cortarlas el dolor es
insoportable y el líquido espeso que sale de ella es duro como la arena.
Anna se viste, se maquilla, se prepara para salir y eso es obvio; él la sigue
con la mirada hasta la sala descubierta de cortinas, la mira salir y sonríe. Corre
para esperarla bajo la colina. Siente que el corazón da pasos fuertes al frente,
a punto de querer salir y cantar. 
Se masturba antes de ir a desayunar, eyacula y cierra los ojos para concentrarse en sentir como sus testículos se desinflan.
Después de desayunar se toma su medicamento para la depresión. John vive sólo aunque por las constantes y siempre alarmadas y preocupadas llamadas de su madre, vive como si ella viviera junto a él, lo que le causa una irremediable sensación de displacer.
Ese sábado llegada la noche, al lado del farol y mirando ya se sabe a dónde, John lo decidió.
Martes, miércoles, jueves y el no aparece- se habrá cansado de mí, será que ya no soy hermosa- llora estúpidamente y se comienza a cortar en sus manchas oscuras, que son para ella la posible causa de fealdad, y realmente siente que eso es algo más factible que posible, pero al cortarlas el dolor es insoportable y el líquido espeso que sale de ella es duro como la arena.
Anna se viste, se maquilla, se prepara para salir y eso es obvio; él la sigue con la mirada hasta la sala descubierta de cortinas, la mira salir y sonríe. Corre para esperarla bajo la colina. Siente que el corazón da pasos fuertes al frente, a punto de querer salir y cantar.
